LÍBRANOS DEL MAL
AMÉN.
Pese a no ser tan recordada como otras obras de terror posteriores, tales como The Ring o la más reciente Insidious, una de las mejores y más interesantes películas del género de los últimos años es sin duda El exorcismo de Emily Rose. La dirigía Scott Derrickson, un realizador casi novato (tan solo contaba con una cinta en su curriculum, la olvidable quinta parte de Hellraiser) que supo imprimir un estilo sombrío y elegante a una historia excesivamente manoseada por un Hollywood siempre deseoso de repetir el éxito arrollador de El exorcista. Años más tarde, volvía a mostrar su valía en la estupenda Sinister, un sorprendente cuento de fantasmas (y sí, también de posesiones) brillantemente interpretado y ambientado que, además, daba auténtico miedo.
Como parte final de esta especie de trilogía, con el tema de los entes diabólicos como telón de fondo, y supuestamente basado en hechos reales, LÍBRANOS DEL MAL se presenta como un film menos vistoso y elaborado, pero poseedor de momentos bastante inquietantes, con la suficiente fuerza como para convertirlo en un producto finalmente digno. La lluviosa atmósfera, deudora de la filmografía de Fincher, empapa de manera continua los rostros de Eric Bana y Edgar Ramírez, dos hombres de actitudes radicalmente opuestas unidos, sin embargo, por un “radar” que les permite percibir el peligro más perturbador e incomprensible. Su alianza será vital para detener a un antiguo combatiente en Irak poseído por una oscura fuerza del averno.
Si bien se echa en falta una mayor cohesión estructural, Derrickson se mueve como pez en el agua en aquellas escenas claves para dotar al largometraje de la tensión requerida. Un ejemplo lo observamos en la artillería final a modo de exorcismo, cómo no, improvisado. Mil veces visto, pero muy bien rodado.
Plantea, a diferencia de sus dos anteriores propuestas, una disgregación de la oscuridad más allá de una granja aislada en pleno páramo o de un caserón marcado por crímenes del pasado. Un Mal desmembrado, capaz de reclutar y expandirse como veneno, de traspasar fronteras, engendrado (y he aquí la genialidad de la premisa, no del todo aprovechada) en las mismísimas entrañas de la guerra, germen real del odio más mezquino e (in)humano.
septiembre 21, 2014 a 22:12
guau!!!! Sí que tiene pinta de dar mucho miedo!