LA MECÁNICA DEL CORAZÓN
EL (EXCESIVO) PODER DE LA IMAGINACIÓN
Desconozco la calidad literaria de la novela francesa Jack y la mecánica del corazón, reciente éxito en librerías de todo el mundo gracias a la consabida técnica del boca a boca. Hay quienes me aseguran que se trata de una pequeña joya; otros, bastantes, me comentan que estamos ante una obra en exceso sobrevalorada, inestable, deudora de otros cuentos fantásticos de corte infantil. Tomando como única referencia la película basada en la historia y dirigida por el propio autor, Mathias Malzieu, me inclino a pensar que estaría más de acuerdo con las opiniones, lamentablemente, más desfavorables.
LA MECÁNICA DEL CORAZÓN nace como un sentido homenaje a la imaginación, casi diría que como la definitiva aproximación al amor desde la fantasía más surrealista y profunda. No deja de ser paradójico que, precisamente, sus puntos débiles sean la congestión que produce su descomedido nivel de creatividad, no pocas veces irritante, así como su, contra todo pronóstico, impersonalidad fílmica. Ningún plano se verá exento de algún detalle ensoñador, de alguna preciosista originalidad visual, sin que inmediatamente nos venga a la cabeza las ideas y estética del universo de Tim Burton y de un buen puñado de obras universales y modernas (desde Pinocho pasando por el extraordinario relato de Hugo Cabret). Malzieu, además, adorna la opereta con una música, y aquí reinan los gustos personales, histérica e inapropiada, recurriendo a excéntricas canciones en los momentos en que los agujeros del guión hacen acto de presencia. ¿El resultado final? Un relato de público indefinible, con oscuros pasajes complicados para los niños y con detalles demasiado infantiloides para el espectador adulto. Y entre este batiburrillo de ideas, uno admite el escalofrío que le produce ver al inmortal cineasta Georges Méliès como una especie de cómico feriante amante de dos hermanas siamesas. Algunos lo llamarán imaginación; yo, desconcierto.
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